lunes, 29 de noviembre de 2010

La rana y el escorpión

Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: —Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda… — ¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser. —No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón, te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?

Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma: —Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto  como para hacerlo. Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo: —Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río. El  escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.

La rana y el escorpiónCuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana  sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle: —No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir. Y entonces, el escorpión la miró y le respondió: —Lo siento ranita. Es mi esencia. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme. Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.

Moraleja
De nada sirve obrar bien con quienes por su naturaleza sólo pueden devolverte el mal.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Las estadísticas no hablarán de... tí


Las estadísticas... no hablarán de tí... ni las noticias... 

Nadie leerá tu nombre... ni condenarán a quien te ha llevado... a tu triste final.

Cansado de luchar... eliges precisamente... el día de hoy... para poner fin... a tu sufrimiento.

Apenas unos meses después de tu boda... te alejaste de todo... familia... amigos... incluso abandonaste tu ciudad... en busca de un futuro.

Un año duró tu felicidad.

A partir de ahí... la primera denuncia... las primeras 48 horas en el calabozo... la orden de alejamiento... la imposibilidad de ver a tu hijo durante meses...

Se quedó con todo... la casa... el negocio... tu hijo... y hasta tu propia vida... 

Impotentes... familiares y amigos... asistíamos a tu auto-destrucción... física... anímica... moral... hasta que te negaste a salir de casa... 

Hoy los hados... se han confabulado de tal forma... que has tenido la ocasión... y los medios... para poner fin a tus días... con tan solo... 27 años.

Junto a tí... la foto de tu hijo... y una nota... "todos no somos iguales ante la ley"...

No... las estadísticas... no hablarán de tí... 

Descansa en paz... mi niño.


viernes, 19 de noviembre de 2010

Por el bulevar de los sueños rotos


En el bulevar de los sueños rotos
vive una dama de poncho rojo,
pelo de plata y carne morena.
Mestiza ardiente de lengua libre,
gata valiente de piel de tigre
con voz de rayo de luna llena.

Por el bulevar de los sueños rotos
pasan de largo los terremotos
y hay un tequila por cada duda.
Cuando Agustín se sienta al piano
Diego Rivera, lápiz en mano,
dibuja a Frida Kahlo desnuda.

Se escapó de cárcel de amor,
de un delirio de alcohol,
de mil noches en vela.
Se dejó el corazón en Madrid
¡quien supiera reír
como llora Chavela!

Por el bulevar de los sueños rotos
desconsolados van los devotos
de San Antonio pidiendo besos
Ponme la mano aquí Macorina
rezan tus fieles por las cantinas,
Paloma Negra de los excesos.

Por el bulevar de los sueños rotos
moja una lágrima antiguas fotos
y una canción se burla del miedo.
Las amarguras no son amargas
cuando las canta Chavela Vargas
y las escribe un tal José Alfredo.

(Estribillo)
Las amarguras no son amargas
cuando las canta Chavela Vargas
y las escribe un tal José Alfredo.

(Estribillo)
Por el boulevar de los sueños rotos...

lunes, 15 de noviembre de 2010

Vamos a contar mentiras, tralará


Siete años... mi primera comunión... y entre los regalos... una casita/hucha... llena de caramelos.

Mi primera hucha... en la que metí... las 476 ptas... que me dieron ese día... y que se "custodiaba" en la coqueta de la habitación de mis padres... "para que mis hermanos no la tocaran".

Durante dos semanas... cuando me acordaba... entraba a la habitación de mis padres... hacía sonar la hucha... y me iba con una sonrisa.

Un día... la hucha... no sonó... y nada más llegar mi madre... le pregunté.

El dinero estaba en un banco... y me lo darían cuando fuera... mayor.

Me encogí de hombros... a fin de cuentas... ¿para qué quería yo ese dinero?.

Unos años después... haciendo limpieza de un cajón... mi padre sacó las cartillas... de mis hermanos mayores.

Al ver que la mía no aparecía... pregunté por ella.

Puede parecer una tontería pero... me hacía ilusión ver mi nombre... y la cantidad que un día... me regalaron.

¡No había cartilla!!!... y la explicación... aunque razonable... ni siquiera era firme... "es posible que... necesitáramos el dinero y lo cogiéramos".

A la desilusión y decepción... se unió la sensación de que... me habían mentido.

Y a esa primera mentira... (que en sí no era gran cosa)... con el paso del tiempo... se fueron añadiendo y descubriendo otras... en las que... "donde dije digo... digo diego"... como escuchar durante años la historia de que... cuando nací... mi padre se "enfadó" porque no había nacido a la vez que mi hermano... (nos llevamos un año y doce horas... y la ilusión de mi padre siempre había sido tener gemelos)... y se fue una semana de caza... o aquella otra en la que... como no llegaba a los fogones... me subía a una banqueta... para hacer tortillas francesas para mí y mis hermanas... 

Esos retazos que durante años... habían contados como anécdotas divertidas... cuando con 14 años... les hice ver... la irresponsabilidad de semejantes acciones... se convirtieron en un... "uys... nosotros nunca hemos dicho eso"... o... "¿cómo íbamos a hacer/permitir eso????".

Juassssssssss... pues de la misma forma que... con 6 años... me iba al cole sola a la otra punta de la ciudad... o cuando con 11 me "permitían" cuidar de mi sobrino de 3 meses... o preparar la comida para 8 personas... o planchar en la mesa de la cocina la ropa de todos... (sábanas incluidas)... o... o... o...

Así pues... desarrollé un rechazo visceral... a todo lo que oliera a mentira... y sin embargo... aún me habría de tocar... convivir con ella... directamente... durante varios años... 

Quienes hayan vivido un caso cercano... de adicciones o de trastornos del control de los impulsos... saben que... entre la sintomatología... está la mentira y la ocultación... y mi marido tenía ... las dos cosas... así que...

A pesar de que... en muchos casos... la mentira... está asociada a otros trastornos... o es un trastorno en sí... me sigue costando aceptarla... incluso dentro de esos términos.


jueves, 11 de noviembre de 2010

Oración de la secretaria


Ayúdame Señor:

- A contestar amablemente cuatro teléfonos y atender al mismo tiempo a dos visitantes mientras escribo la carta que debe estar lista esta misma tarde, aunque sé muy bien que la firmarán mañana...


- A cancelar mis compromisos particulares porque "otra vez" - con carácter extraordinario- he de quedarme hasta tarde en la oficina para acabar de transmitir un asunto "muy urgente".


- A no perder la paciencia, si tengo que pasar horas en el archivo buscando un papel que, como me sospechaba, está en el bolsillo del jefe.


- A tener memoria de ordenador para recordar hechos que pasaron desapercibidos a mi jefe hace mucho tiempo atrás, y que, según él, estoy obligada a recordar fácilmente.


- A tener la sabiduría y el sentido común de varios profesores universitarios aunque mis estudios hayan tenido un alcance mucho más limitado.


- A saber dónde está el jefe, qué está haciendo y a qué hora volverá, aunque no lo sepa nadie, ni siquiera su esposa.


- A que cuando el año termine, tenga la perspicacia necesaria para no obedecer la orden de mi jefe de destruir esos archivos que me pedirá un par de semanas después.


- A tener la habilidad de un prestidigitador para hacer desaparecer a las personas que mi jefe no quiere recibir, especialmente cuando después de haber dicho "no está" él me habla en voz alta desde su despacho.


- Finalmente, Señor, déjame ser atractiva para todos, incluso para los visitantes inoportunos, pero permite que pase desapercibida a los ojos de la esposa de mi jefe.


¡Gracias os doy, Señor mío!